jueves

Relato: Cuatro

El buen gusto se trasmite de generación en generación. Pero no es algo que enseñen las maestras en la escuela. Son pocos lo que tienen la suerte de ser educados bajo la tutela del buen gusto y de estos pocos más pocos son lo que salen con el don internalizado. ¡Poquisimos tienen la suerte de juzgar con un buen paladar! El don básicamente consiste en distinguir lo bello de lo no bello y apreciar lo primero en una suerte de conexión mágica. Existen personas de diferentes categorías dependiendo en que medidas sean acreedoras de este gran don. Si bien esto es humano demasiado humano en los últimos años los animales también nos hemos regocijado con la belleza. Por eso digo, soy canina pero no grosera.

Un perro refinado tiene que tener una conciencia estética elevada. Yo quería ser como Jazmin, viajar a París y comer la mejor comida de perros. No sabia que hacer, no es tan fácil como parece ser una perra estéticamente superior. Lo primero que hice fue comenzar a leer la parte de cultura y moda en el diario. Estuve un mes leyendo hasta que pude identificar perfectamente cómo vestirme, qué comer, qué leer, qué mirar en el cine y en el teatro y qué palabras usar en mi conversaciones.

Ahora quedaba la parte más difícil del asunto: conseguir los objetos para tener la mejor clase. Una noche cuando mis dueños se durmieron fui hasta la biblioteca y robe los mejores libros, luego la goyas y por último los zapatos de taco alto. A todo estos objetos los mordí para dejarles mi marca personal, no sea que piensen que me quiero hacer la humana. Cuando se despierten que alegres estarán mis dueños al saber que tiene una perra clase A.

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